En octubre de 2000 dirigentes de
la mayoría de los países del mundo firmaron un acuerdo para que los millones de
personas que en nuestro mundo viven en la pobreza consiguieran una vida digna.
El primero de los objetivos del acuerdo era “erradicar a pobreza extrema y el
hambre”. Con la firma de este objetivo, los gobiernos adquirieron el compromiso
de alcanzar dos metas; en primer lugar, reducir a la mitad, entre 1990 y
2015, el porcentaje de personas con ingresos inferiores a un dólar, y en
segundo lugar, reducir a la mitad, en el mismo periodo, el porcentaje de
personas que padecen hambre.
Sin
embargo este objetivo parece cada día más lejos de poder alcanzarse. ¿Por qué
los gobiernos no se ocupan de la población pobre, o al menos no lo hacen
suficientemente si ello es posible? Se trata de una pregunta muy pertinente, a
juzgar por las enormes cifras de pobreza que todavía muestra el mundo. Un mundo
que, con su nivel de riqueza y desarrollo, podría colmar sobradamente las ansias de todos sus
habitantes de llevar una vida digna y donde, además, mil doscientos millones de personas sufren
aún una pobreza severa, y quedan lejos de cubrir siquiera sus necesidades más
elementales.
En estos momentos, existe una tecnología y una capacidad
productiva de alimentos más que suficiente para abastecer a toda la humanidad;
el verdadero problema radica, más que en la producción, en el acceso y
distribución de la riqueza, de los recursos, de los mercados y de los
conocimientos. Y el sector agrícola es clave para reducir el hambre y la
pobreza extrema.
Entonces SÍ es posible erradicar la pobreza si
se quiere. A quienes les cuesta más prestar su apoyo y esfuerzo sólo por
razones éticas, habrá que recordarles que la superación de la pobreza se
necesita también para la consecución de no pocos bienes públicos que
beneficiarían, y mucho, a los no pobres: la paz, la salud para todos, la
calidad medioambiental, la seguridad humana… se tornan inalcanzables ante
situaciones de grave desigualdad.
Defendemos
desde aquí que la resolución de los grandes problemas mundiales (conflictos,
inseguridad humana, inestabilidad económica, deterioro medioambiental,
epidemias y enfermedades, migraciones fuera de control…) pasa ineludiblemente
por el desarrollo y reducción drástica de la pobreza. El mensaje principal que
debemos lanzar y anunciar es que otro mundo es deseable y alcanzable. Otro
mundo es posible.